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lunes, 3 de enero de 2011

Artoi: Los Knepat (1 de 2)

«Cuando Los Que Son se vieron y comenzaron a hablar su voz era música. Y su voz era tan fuerte que tomó Forma. Pero no todos Los Que Son cantaron, pues uno de ellos nació sin voz. Sin voz no podía dar Forma, sin voz no podía cantar la Música y Los Que Son se apiadaron de Él. Pero Él tenía paciencia, al no poder cantar aprendió a escuchar, a guardar para sí la música que Los Que Son cantaban y aprendió a ver. Observar, ese era su mayor Don. Mientras Los Que Son siguieron cantando él aprendió la Música de la Forma y aprendió sus reglas y pudo predecir que notas vendrían a continuación. Y ese fue su mayor Don, observar lo pasado y lo que sucederá. Y cuando Los Que Son se retiraron a sus mansiones Él permaneció, y observó a los Vigilantes, y observó a los Guardianes y observó lo que iba a pasar en el futuro, pero no tenía voz para avisar a Los Que Son. Permaneció sentado, pues al no tener voz no pudo hacer nada sino observar. No tardó en caer.»

Cuando los Arctus ascendieron y los Antiguos fueron destruidos, uno de los primeros en caer fue Knep, el Dios Observador. Éste era el más débil de todos, pues al no tener voz no tenía poder para dar forma al mundo y únicamente se limitaba a observar la creación. Cuando los Arctus dejaron atrás su cuerpo moribundo para dirigirse a las mansiones de los Creadores, Knep no pudo contener sus lágrimas en sus últimos momentos de vida. No quería que toda su sabiduría se perdiera, pues otros podrían aprender de lo que él había visto, de todos los errores que se habían cometido y lo que deparaba el porvenir. De aquel silencioso llanto tan sólo nació una nota, surgida del alma de aquel Dios que nunca había podido crear nada. Aquella nota dio vida a las lágrimas creando así lo que hoy se conoce como Río Aruin, que en la antigua lengua significa ‘Porvenir’.
Mientras los Arctus ascendían hasta las mansiones de los Antiguos, tan sólo una entre todos ellos, Ismareh, vio el cuerpo moribundo del Antiguo y sintió curiosidad por aquel ser que ni tan siquiera había intentado defenderse. Le miró a los ojos y contempló en ellos todo aquel conocimiento que se iba a perder con su muerte. Fue la única que comprendió el gran error que estaban cometiendo los Arctus y recordó cuál era su deber, la misión que les habían encomendado los Antiguos cuando les crearon. Se acercó a Knep y unió sus lágrimas al dolor del moribundo. Cuando el Antiguo vertió su última lágrima y falleció, Ismareh arrancó uno sus propios ojos y lo substituyó por uno de los del cadáver. Aquel ojo, al perder la última de sus lágrimas, quedó convertido en un hermoso diamante que quedó ajustado al rostro de la Guardiana.
Ismareh contempló toda la creación a través del ojo. Vio el pasado y vio el futuro, pero por encima de todo contempló los grandes crímenes que habían cometido los de su especie. De esta manera abandonó la guerra jurando que no usaría nunca más su poder. Su tarea se consistiría en observar el mundo tal y como había hecho Knep, pero al contrario que el Antiguo, al estar dotada de voz, ella transmitiría lo que veía con aquel ojo y procuraría guiar a todas las criaturas vivas por un camino que evitase la destrucción completa de todo lo que existe.
Con el tiempo Ismareh abandonó su nombre y se convirtió en la primera de lo que sería conocido como el culto de los Knepat.

El origen del Culto de los Knepat

La mayor preocupación del Dios Knep había sido no poder mostrar su sabiduría a los demás por no disponer de voz. Pero la que sería la Primera de los Knepat sí disponía de ese potencial. Por ello decidió ser la encargada de registrar la historia de la realidad. Al adquirir la joya conocida como el Ojo de Knep, adquirió también las preocupaciones del Antiguo muerto. Y buscó. Buscó a otros que como ella amaran el conocimiento y quisieran registrar todo lo que sucedía en la creación. En todo el mundo solo encontró a ocho veces ocho seres que compartieron las preocupaciones de la primera de los Knepat. Todos ellos, al igual que hizo la Primera, abandonaron sus nombres tras ellos y formaron lo que se convertiría en el Culto de los Knepat.
Todos y cada uno de los Knepat ardían en deseos de aprender la Canción que había dado forma al mundo, pero ninguno de ellos poseía la capacidad para poder comprender la creación tal como hacía la fundadora del culto. Por ello la Primera tomó el Ojo de Knep de su rostro y tras fraccionarlo le entregó a cada uno de los miembros del culto una de las facetas de aquel diamante que dejó de ser perfecto. Mientras el Ojo de Knep había estado completo le había otorgado a la Primera el poder de contemplar la totalidad de la Canción. Pero ahora que estaba dividido, cada una de las partes sólo permitía observar un pequeño fragmento de la creación.
Cada uno de los Knepat se arrancó uno de sus ojos para colocar en su lugar el fragmento que se le había otorgado. Así pues, al igual que Knep, y después la Primera, pudieron contemplar la creación. Era tan sólo una minúscula parte, pero se sintieron felices.
Entonces los Knepat se dispersaron y se ocultaron en las sombras. Pues los nuevos dioses, los blasfemos Arctus, les eliminarían si llegasen a descubrir que mantenían viva la esencia de uno de los Antiguos. Con el paso del tiempo aprendieron a desaparecer para no ser vistos. También aprendieron a moverse en el más absoluto de los silencios, un silencio que tan sólo podía compararse a la voz de Knep y que ni tan siquiera los Arctus podían escuchar. Pero por encima de todo aprendieron a compartir su sabiduría con aquellos que querían escuchar y podían pagar el precio: sabiduría a cambio de sabiduría. Poco a poco fueron los únicos que mantuvieron el recuerdo de los Antiguos y lo protegieron de los Arctus.

Historia del Culto

Durante los primeros años el Culto de mantuvo en el más profundo de los secretos. Su creación era reciente y temían el poder de los recién ascendidos Arctus. Pero poco a poco aprendieron a usar los conocimientos que les otorgaban los fragmentos del ojo para comprender y evitar a sus enemigos a medida que descubrían los enigmas del mundo. Con el paso de los años cada uno de los Knepat se estableció en una región y desde allí empezaron a recopilar cada uno de los fragmentos de la Canción que descubrían en el mundo.
Pero de la misma manera que había heredado el poder de observar, en su interior podían sentir la inquietud del antiguo Dios por poder compartir su sabiduría. Poco a poco se acercaron a los nuevos habitantes de la creación, los Artoi, y les aconsejaron. Algunos fueron escuchados, pero la mayoría de ellos fueron atacados y perseguidos pues en aquellos tiempos todos desconfiaban de todos.
Los Knepat se retiraron una vez más a las sombras y meditaron lo que había sucedido. Los habitantes de la creación estaban demasiado aterrorizados de los Arctus para poder atender las palabras del culto, por lo que decidieron únicamente compartir sus conocimientos con aquellos que hubieran aprendido a observar y comprender con sus propios ojos mortales. Tan sólo compartirían sabiduría a cambio de sabiduría.
Desde las sombras se fueron acercando a los sabios y a aquellos que poseían conocimientos, no les importaban si usaban éstos para el bien o para el mal, ya que lo que realmente importaba era que poco a poco se fueran dando a conocer las notas de la Canción que habían dado forma al mundo. Tan sólo la propia música que lo había creado podía salvarlo de su propia destrucción.
El culto permitió que la sabiduría de los Antiguos y algunas de sus reliquias cayesen pasasen a manos de los Artoi. Gracias a su intervención se alzaron reinos de la nada a la vez que poderosas naciones se convirtieran en cenizas. Otorgaban sus dones a los sabios para retirárselos cuando creían que ya no los necesitaban. Aconsejaban al amigo para después compartir su sabiduría con el enemigo. Su única preocupación era mantener aquel conocimiento vivo a la vez que evitaban que se repitieran los mismos errores que los Arctus habían cometido.
Pero cuando Jam-shtar, el Arcta de la Prosperidad, descendió a las profundidades del mundo y forzó a la misma madre tierra, todos y cada uno de los Knepat pudo sentir en su propia carne el dolor que sintió la creación con aquella violación. No entendieron por qué el Ojo de Knep no les había permitido ver lo que iba a suceder y todos lloraron por aquel nuevo crimen cometido por los Arctus que ponía en peligro una vez más la harmonía de la Canción. Todo el trabajo que habían realizado durante siglos había sido en vano, el destino de los Arctus continuaba más allá de su poder y con ello la creación continuaba su camino hacia la destrucción.
Los Knepat se reunieron una vez más junto a la Primera y discutieron durante nueve generaciones. Pusieron sus conocimientos en común y aprendieron los unos de los otros. Y entonces la visión fue clara. El poder de Knep para ver el futuro se basaba en la comprensión total de la melodía que daba forma al Mundo. Cada uno de ellos sólo conocía un fragmento de la partitura, pues el Ojo no estaba completo. Por ello decidieron que cada veinticinco años se reunirían para volver a unir el Ojo en una joya única durante el Ritual de la Unión. En ese momento la Primera podría contemplar lo que sucedería en el futuro cercano y predecir nuevos crímenes por parte de los Arctus. De esta forma los miembros del culto, además de ser los guardianes del saber, se convirtieron en los guardianes de la harmonía de la Canción.
Durante los siglos que siguieron, los Knepat contemplaron el futuro en innumerables ocasiones, y en numerosas ocasiones descubrieron lo que los simples caprichos de los Arctus podían llegar a destruir. En todas esas ocasiones recordaron que Knep nunca actuó directamente porque no tenía el poder para hacerlo, y lo mismo hicieron ellos. En cada ocasión buscaron a unos nuevos héroes que detuvieran el mal que avecinaba y en cada ocasión consiguieron mantener la harmonía.
Pero ahora los Arctus conocen la existencia de los Knepat y, aunque estos han aprendido a ocultarse de sus ojos, saben que tarde o temprano les localizarán uno a uno y les exterminarán. Tal y como hicieron con los antiguos.

Rituales y Tradiciones

Los Knepat son un grupo cerrado y secretista cuya sede cambia constantemente de lugar para evitar que los Arctus puedan localizar a la compañera que les traicionó y se puso del lado de uno de los Antiguos.
Debido al secretismo que mantiene el grupo es prácticamente imposible localizar a uno de sus miembros: la gran mayoría de las veces son ellos quien encuentran a aquellos que les buscan si creen que son merecedores de tal privilegio.
Los Knepat tienen un número fijo de componentes cada uno de los cuales posee uno de los fragmentos del ojo de Knep, incluyendo a la fundadora inicial que sigue viviendo gracias a su aparente inmortalidad.
Entrar a formar parte del culto es extremadamente difícil, ya que hasta que uno de los actuales miembros muere, no se permite la entrada a un nuevo miembro que hereda el fragmento del Ojo de su antecesor.
Cada uno de estos fragmentos, aparte de conceder cierta comprensión de la realidad, permite a su poseedor sentir la proximidad de la muerte de su poseedor, ya sea por causas naturales o por otro tipo de causas. Por ello son los propios miembros del culto quienes se encargan de buscar a quien les substituirá una vez mueran. En el preciso instante en que notan que su muerte está cercana, se encargan de buscar en la región que les ha sido asignada a una persona que reúna las principales características de los Knepat: el afán por el conocimiento del mundo actual, el interés por conocer siempre la verdad y la capacidad para tener una dedicación absoluta por el culto.
Una vez se ha localizado a un posible candidato para el culto, éste debe acompañar al que se convierte en su maestro durante sus viajes. Poco a poco el maestro va instruyendo al recién llegado en los secretos del culto, la verdadera historia de los Arctus y las artes de la ocultación y el sigilo que les permiten pasar desapercibidos entre los demás seres y en especial de los Arctus.
El día anterior a la muerte del maestro se realiza el Ritual de Transición. El que se convertirá en miembro de los Knepat abandona su nombre, su pasado y todas sus pertenencias. Maestro y alumno se dirigen a un lugar solitario para entrar en contacto con el propio mundo y sin dirigirse una sola palabra se desprenden de todo lo que llevan encima.
Cuando la luna se sitúa en su cénit, el alumno debe arrancarse uno de los ojos con sus propias manos sin pronunciar una sola palabra. Si el candidato se queja, grita o produce cualquier ruido durante el ritual se le considera indigno y se le abandona a su suerte. El maestro, entonces, dispone de un único día para encontrar a la primera de los Knepat y entregarle su fragmento del Ojo para que sea ella quien encuentre a un nuevo miembro adecuado para el culto.
Si el alumno supera la prueba de la pérdida del ojo, el maestro se desprende de su fragmento y se lo coloca en el hueco al alumno. El poder del Ojo cura automáticamente las heridas producidas por la pérdida del antiguo y se adapta a la concavidad dejada perfectamente tomando la apariencia de un ojo normal y corriente.
El fragmento del Ojo de Knep transmite entonces todos los conocimientos acumulados hasta el momento por los que lo han poseído. Es a partir de ese momento que el nuevo miembro debe alejarse todo lo posible del Maestro ya que no saben del cierto qué tipo de muerte le espera y no pueden arriesgarse a poner en peligro el fragmento que poseen.
Adicionalmente al Ritual de Transición cada veinticinco años los miembros del culto se reúnen para realizar el Ritual de Unión. La Primera de los Knepat recorre el mundo en busca de todos los miembros del culto y los reúne en un lugar secreto para formar una vez más la joya original a partir de sus fragmentos.
Durante el ritual cada uno de los fragmentos comparte su conocimiento con los demás y de esta forma la Primera es capaz de predecir el más probable de los destinos futuros.
Si en el futuro que contempla muestra que los Arctus van a emprender alguna terrible acción contra la creación o que ésta se encuentra en peligro, empieza entonces la verdadera misión del culto de Knepat. Cada uno de los miembros del culto recoge nuevamente su fragmento y se esparcen una vez más por el mundo para encontrar a los elegidos que puedan evitar el terrible destino que aguarda a la creación.
La localización de estos héroes es totalmente desconocida. Los miembros del culto recorren todas y cada una de las regiones, ya sea del Imperio o no, observando detenidamente a todos los seres que las habitan, ya sean Artoi o de cualquier otra raza, pues el destino no hace distinciones entre estas. Si en algún momento el fragmento del Ojo detecta en alguien el poder para alterar el curso del destino, de la misma forma que pueden hacerlo los Arctus, el Knepat es capaz de intuirlo en su interior. Es su deber entonces guiar a este nuevo elegido o grupo de héroes de la forma más discreta posible sin revelar en ningún momento la existencia de esta sociedad secreta.
Para realizar esa primera aproximación los miembros del culto usan sus artes para aparecer como seres corrientes y engañan sutilmente a los elegidos para que intervengan en los planes de los Arctus. Los miembros del Culto nunca actúan directamente y siempre dejarán que sean los propios héroes los que decidan el curso de las acciones a realizar. Aún así vigilarán el camino de éstos a una distancia prudencial para poderles guiar cuando se encuentren perdidos o crean conveniente que necesitan su consejo.
Hasta el momento los miembros del culto siempre han podido detener los planes de los Arctus, pero con ello se han dado a conocer a los Arctus y cada vez les es más difícil actuar ya que los servidores fieles de los nuevos dioses intentan dar caza a todos y cada uno de los miembros del culto.

El Culto y el Mundo

La relación del Culto con el mundo es muy peculiar ya que normalmente se mantienen al margen del transcurrir de la historia, al menos de una forma directa. A pesar de ello el Culto observa detenidamente a todos y cada uno de los habitantes de la creación buscando a aquellos que sean dignos de recibir sus conocimientos y sean capaces de hacer partícipes de éste al resto de seres vivos.
A través de los tiempos los miembros del culto han localizado multitud de objetos que han recogido en su interior el poder de los Antiguos, lugares místicos donde su sangre se concentró o donde cayó su semilla mientras daban vida a la creación. Estos objetos, repletos de poder, les son entregados a aquellos que lo merecen con la única condición que los usen para perfeccionar el conocimiento de la realidad. No importa como sean usados ni los medios que se empleen mientras el fin sea el acordado.
Mientras uno de los objetos esté en poder de alguien exterior al Culto, uno de sus miembros vigilará constantemente desde un lugar alejado la evolución de los sucesos. Si en cualquier momento cree que el objeto ha cumplido sus funciones irá a recogerlo por las buenas. En caso que el objeto le sea denegado, el Knepat usará todo el poder que le otorga el conocimiento de la realidad para recuperarlos y, normalmente, la cantidad de recursos que poseen son suficientes para derrocar incluso al más poderoso de los imperios.
Es así como grandes líderes han surgido a través de la historia gracias al uso de los objetos sagrados. Pero en ninguna ocasión la gloria, la fama, el poder o la fortuna obtenidos de esta forman han durado eternamente. Sin la ayuda del culto son muchos los líderes o sabios que han sido incapaces de mantener su estatus durante mucho más tiempo y por ello el esplendor de sus imperios se compara a veces con la vida de una flor que mantiene su esplendor durante toda una primavera para acabar marchita en invierno hasta que definitivamente muere.
En cuanto a la relación directa del Culto con la sociedad es realmente poco lo que se sabe de ellos. Si deben mezclarse con los demás seres usan sus artes en el disfraz para asemejarse a personas corrientes y pasar desapercibidas. Únicamente existe una manera de reconocer a un miembro del culto y efectivamente es a causa del fragmento que poseen. El fragmento, aunque se encuentre oculto en forma de ojo, brilla de una forma especial y si se contempla fijamente puede verse en su interior el transcurrir de la historia. Es por esta razón que la mayoría de los miembros del Culto intentan evitar mantener el contacto visual con aquellas personas con las que tratan y de esta manera evitar ser reconocidos.

Semillas de aventura

Realmente son muchas las aventuras que pueden envolverse de los misterios del Culto de Knepat.
La más sencilla para una campaña larga es aprovechar el ritual de Unión para mezclar a los personajes en alguna catástrofe que causará algún plan de los Arctus.
A nivel de partida simple pueden aparecer diversas opciones interesantes. A continuación os detallamos algunas de ellas:
-Uno de los miembros del culto ha sido asesinado antes que pudiera encontrar a la primera de los Knepat. En sus últimos momentos de vida, sin llegar a desvelar su identidad, pide que lleven su cadáver con su familia (en verdad la primera de los Knepat) a cambio de una generosa recompensa. Los Arctus, por su parte, enviaran a sus sirvientes para intentar evitar que completen la misión.
-Uno de los sabios que ha recibido uno de los objetos cedidos por los Knepat no quiere devolver la reliquia que custodia. Por ello contrata a los personajes para que le defiendan de un misterioso grupo que intenta arrebatarle sus preciados tesoros, en realidad miembros del culto de los Knepat.

En la próxima entrega dispondréis de un módulo ambientado en el culto de los Knepat.

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